Hay mucho ironía en el cuento, pero tal vez la ironía más profunda ocurre después de la muerte de Don Manuel. Un nuevo cura llega a Valverde de Lucerna para reemplazar Don Manuel y “no quería sino seguir las huellas del santo”. Fundamentalmente, el cura nueva quiere ser un cura perfecta, y para lograr esta perfección piensa que tiene que comportarse exactamente como Don Manuel se comportaba. Esto es muy irónico porque en realidad Don Manuel no fue la cura perfecta. Aunque tuvo conocimiento y fue amable y de apoya, no tenía la fe verdadera en Jesús y la vida ultratumba. El cura nueva quiere seguir exactamente lo que Don Manuel hico, pero si él quiere ser completamente como Don Manuel, tiene que abandonar su fe. Y si él la abandona, no es un cura perfecta (en teoría). Es una paradoja.
Por consiguiente, Lázaro aconseja al nuevo cura, “Poca teología, ¿eh?, poca teología; religión; religión, religión”. Lázaro piensa que el cura nueva tendrá éxito si él predica ideas religiosas (como rituales y ceremonias que unen la comunidad) más que ideas teologías (como el propósito de la vida). Esto consejo me recuerda de una frase que yo he oído muchas veces en mi iglesia: predica amor, no religión. La razón que mi iglesia lo dice es porque las reglas y estándares que la biblia dice que todo el mundo debe seguir son menos importante que el mensaje de amor que existe por toda la biblia. Entonces, el consejo de Lázaro es el opuesto del consejo de mi iglesia. Pienso que esta contradicción subraya el mensaje del cuento que el propósito de la religión es muy ambiguo.
de Unamuno, Miguel. San Manuel Bueno, Mártir.