Es verdad que el cuento XXXV de El Conde Lucanor es una fábula enseñando una moraleja importante según el autor Don Juan Miguel, pero es más. Escrito en el siglo XIV, muestra los papeles géneros anticuados. El autor usa varios personajes con el mismo ideología con respeto a los papeles de esposas para crear un principio más universal. La única excepción es la esposa del suegro, pero ella se pone todavía en una luz mala porque ella no obedece su esposo. Su dicción que usa Miguel
para describir los personajes reflejan los pensamientos del autor. La hija del vecino rico es descrita como un “demonio” en comparación con su prometido, un hombre de “buen carácter” (Miguel 1). El contraste entre la connotación de estas palabras es extrema, una muy negativa y la otra mucho más positiva. Este causa el lector de ver los personajes como el autor quiere, a pesar de que la mujer podría ser la víctima en el cuento. Además, el esposo en su momento de violencia es “bravo, furioso y ensangrentado” en vez de loco, demente, o frenético, palabras que podían describir el mismo hombre, pero que evocan un sentido de locura e inquietud (2). Según la historia, la mujer es visto como igual a los animales porque sugiere que su esposo va a tratarla lo mismo que los animales que ha matado. Entonces, ella no es solamente una “muchacha obediente” pero como un animal domesticado. En resumen, la cuidada selección de palabras de Don Juan Miguel reflejan sus opiniones sobre como debe ser las relaciones entre maridos: el hombre dominante y la mujer débil y sumisa.
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