En su artículo “El silencio de las madres,” Laura Freixas discute y analiza el papel del madre en la mayoría de nuestras historias. En particular, Freixas sostiente,
[…] las madres malas malísimas abunda en la cultura al menos tanto como las buenas buenísimas. Hasta en los cuentos infantiles; claro que al final todo resulta ser como Dios manda: es que no eran madres o abuelas de verdad, sino impostoras: madrastras, o el lobo disfrazado.
(Freixas)
Como observa Freixas, en un nivel el silencio de las madres es “simplemente una manifestación más del silencio ancestral de las mujeres […].” Lo que me interesa más que la cuestión de por qué fallamos en representar las madres, sin embargo, es la pregunta de por qué las sustituimos por impostores. Si Freixas tiene razón en su hipótesis que las madres “colma ese vacío, esa insatisfacción ante la idea de que nada quedará de nosotros tras la muerte,” entonces, ¿qué significa que imaginamos los héroes de nuestras historias sin madres reales?
Puede ser que queremos creer que tenemos nuestras propias vidas — que nuestros héroes necesitan hacer sus propios destinos, en lugar de ser una parte de la herencia de otra persona. Pienso que, como dice Freixas, que las madres existen “sin tener, como referente, otros modelos que los angelicales o diabólicos de la visión masculina” — en otras palabras, que el problema real sería que decimos las historias de los hombres y de la visión masculina, sin considerar ni celebrar la “[obra] del espíritu” de la maternidad.
Citas
Freixas, Laura. “El Silencio De Las Madres.” La Vanguardia 3 May 2007: 27. Print.