En su cuento corto “San Manuel Bueno, mártir”, Unamuno está explorando la intersección entre la razón y la fe en un momento de crisis personal. La premisa del cuento es fascinante en esencia, pero aún más interesante es el uso de simbolismo y alusión con respeto a los personajes. Específicamente, hablo sobre los nombres.
En esta mitad del cuento, tenemos tres nombres prominente; Ángela, la narradora, su hermano, Lázaro, y, por supuesto, Don Manuel.
Ángela tiene el nombre con la significancia más obvia. Esta mujer tiene una fe pura y sin la inteligencia desalentada que caracterizó la fe de Manuel y Lázaro. El cuento pone mucho esfuerzo en pintarla como un ángel; sin defecto ni duda, pero tampoco tiene la agencia humana que utilizaban ambos Manuel y Lázaro para influir el pueblo. Ella está pasiva, sin papel activo ni cambiando en los eventos del cuento.
Lázaro es una alusión muy obvia, pero el simbolismo en el cuento es más difícil identificar. En el libro de Juan, capítulo 11, Jesucristo regrese al pueblo de Betania y encuentra que su amigo, Lázaro, había muerto. Dice a sus hermanas afligidas, “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás” y llama a Lázaro, quien anda afuera de su tumba todavía llevando su ropa de sepultura. En el cuento de Unamuno, el hermano de Ángela ha muerto en una manera – ya no cree en Jesucristo, porque no puede conciliar la Iglesia con la razón que considera la estructura de la vida.
Manuel, como muchos de los eventos en el cuento, es una referencia a Jesucristo. Manuel es la forma española de “Emmanuel”, un nombre hebreo que significa “Dios está con nosotros”, y es uno de los títulos legítimos de Jesucristo.