En “San Manuel Bueno, mártir,” Miguel de Unamuno presenta la historia irónica de un sacerdote que no cree en el concepto de la vida eterna. Aunque parece que un sacerdote sin fe no puede existir como un mártir, Unamuno usa el momento del muerte de don Manuel para revelar la gran importancia que tenía en su pueblo. Después de la muerte de don Manuel, Ángela dice algo que subraya la importancia de don Manuel:
“Y él me enseñó vivir, él nos enseñó a vivir, a sentir la vida, a sentir el sentido de la vida, a sumergirnos en el alma de la montaña, en el alma del lago, en el alma del pueblo de la aldea, a perdernos en ellas para quedar en ellas.”
Estos sentimientos reflejan el gran sacrificio de don Manuel—él vivía en conflicto constante para que la gente del pueblo pudiera vivir en paz. Además, Unamuno continua su uso de simbolismo en este pasaje. Se puede considerar el lago como un símbolo de don Manuel porque hay muchas instancias donde se comparan el lago y los ojos de don Manuel. Entonces, esta cita sugiere que el alma percibido de don Manuel va a durar.
También, este fragmento alude al rol de don Manuel como una representación de Jesucristo. Así, su muerte toma más importancia en el sentido de que era necesario para preservar la fe, y por consecuencia la felicidad, de la gente. Presuntamente, la fatiga que experimentaba don Manuel antes de su muerte habría interferido con su fachada de fe normal y no habría pasado mucho tiempo antes de que revelara su secreto a más personas.
Unamuno, Miguel De. San Manuel Bueno, Mártir. Print.