Francisco de Quevedo era un poeta que vivía entre los años 1580-1645. Él estaba enamorado con la idea de la muerte, creyendo que la muerte es la única verdad irrefutable en la vida. Para de Quevedo, la vida está llena con apariencias superficiales. Esta idea es muy evidente en su poema, “Amante agradecido a lis lisonjas mentirosas de un sueño”:
Mas desperté del dulce desconcierto;
y vi que estuve vivo con la muerte,
y vi que con la vida estaba muerto.” (12-14)
En el poema, que es un la forma de un soneto, la voz poética está hablando a su amante Floraba, lamentando la diferencia entre la vida real y la vida imaginaria con un tono atormentado. Para la voz poética, solamente siente vivo con la muerte que es una metáfora para sus sueños. La vida está repleta con dificultades y imperfecciones, pero cuando la voz poética está durmiendo, puede escapar a un mundo imaginario que es mejor de la vida real. Además, hay una paradoja en la tercera estrofa cuando la voz poética quiere que “nunca duerma yo, si estoy despierto,/ y que si duermo, que jamás despierte,” (10-11). La voz poética no quiere dormir, si va a despertarse cada día; similarmente, no quiere despertarse si duerme porque piensa que es mejor nunca gozar la alegría de la vida imaginaria si tiene que volver a la vida real.
de Quevedo, Francisco. “Amante agradecido a las lisonjas mentirosas de un sueño.”
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